Nuestra elección debería de ser vivir cada día con dignidad nos dice nuestro obispo

Friday, Nov. 14, 2014
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By The Most Rev. John C. Wester
Bishop of Salt Lake City

Traducido por: Laura Vallejo
La reciente decisión de Brittany Maynard, la mujer de 29 años de edad diagnosticada con cáncer terminal de cerebro, de terminar con su vida a través de un suicidio asistido por médicos en Oregón ha alimentado la discusión sobre “la muerte con dignidad”. Mi primera respuesta es ofrecer mi simpatía y oraciones tanto por ella como por su familia mientras que están en duelo por la pérdida de su esposa, hija y amiga. 
Realmente nunca podré saber lo que ella y su familia tuvieron que enfrentar con su diagnóstico y su síntomas. Pero junto a esas sinceras condolencias, dos preguntas rondan en mi mente: ¿Cómo es que el elegir matarse a uno mismo significa preservar la dignidad del ser humano?, y ¿es que hay menos dignidad si se elige aferrarse a la vida?.
Mientras que Dios nos da libertad, también nos confía con el donde  la vida. El elegir quitarse la vida propia es incompatible con la preservación de la dignidad humana. Concuerdo con el Arzobispo Alexander Sample de Portland Oregón, quien respondió a Ms. Maynard diciendo que “el quitarse la vida propia elimina la libertad disfrutada en la vida terrenal. 
La verdadera autonomía y la verdadera libertad llegan solo cuando se acepta la muerte como una fuerza que no podemos controlar”.
De hecho, la vida es un don de Dios y nuestro papel es aceptar ese regalo con gratitud. Debemos vivir plenamente, confiando que vale la pena y es digna a pesar de los momentos difíciles. El terminar con mi vida intencionalmente es negar que Dios aún puede trabajar en mí y con mis circunstancias; es enfrentar al dador del regalo, a Dios mismo, a pesar de que empatizo con aquellos a quienes sus enfermedades los llevan a tomar decisiones tan complicadas.
A lo largo de los años he asistido a muchas personas que partieron de esta vida terrenal y fallecieron en paz con el Señor. ¿Fue desagradable y doloroso?, Sí pero la muerte es un proceso y debemos respetar que morir es un momento sacro en el que Dios te llama a su hogar. 
Durante nuestra existencia terrenal, tenemos la oportunidad de experimentar altas y bajas, celebraciones y lamentaciones, éxitos y fracasos que forman nuestro camino individual. ¿Esta este camino libre de sufrimiento?, Por supuesto que no. Pero hay dignidad viviendo nuestra vida única y reconociendo que vale la pena vivir  cada momento.
De hecho, nosotros los católicos creemos que la muerte es parte de la vida y que estamos destinados a ser uno con Dios por ola eternidad. Además, la muerte es una parte, un aparte integral del camino de lo que llamamos vida. Creemos que a través de nuestro su-frimiento nos preparamos para estar aún más cerca de Dios. Nuestra dignidad humana no depende en determinar cómo morimos, sino en la naturaleza de cómo vivimos.
Nuestra sociedad, y más importante nuestra comunidad Católica, debe de poner más atención en dar amor, compasión y cuidados adecuados quienes enfrentar el peso del dolor y sufrimiento intolerable. Debemos asegurarles su valor y socavar sus temores durante el proceso de la muerte. 
Aquellos quienes discuten sobre el suicidio asistido por médicos a menudo citan aliviar el dolor y sufrimiento como razones para su causa, pero si el control del dolor y otros apoyos se administran adecuadamente, aquellos cercanos a la muerte se pueden enfocar en el significado de la vida en lugar de percibirla como sin significado alguno. 
Enfrentando esta última etapa en la tierra es una de las cosas más importantes que debemos de hacer y el tener una comunidad amorosa, guiada por la fe que nos rodea hace que el sufrimiento sea tolerable. Nosotros como Católicos debemos tener en claro que elegir el suicidio asistido no promueve la verdadera libertad; además desvaloriza la vida humana.
Las encuestas en los medios sociales que preguntan si el suicidio asistido debe de ser permitido me han paralizado, es como si la opinión popular decidiera quien vive y quien muere. Creer que las vidas menos Fuertes físicamente tiene menos valores da una racionalización que debemos terminar la vida pues esta no tiene propósito. Nosotros los católicos sabemos que esto es un raciocinio falso. 
Toda vida tiene un propósito. Las personas que piden morir son vulnerables; necesitan de nuestros cuidados y protección. Debemos reafirmarles que sus vidas tienen valor; que a pesar de la condición de sus cuerpos ellos no son menos. 
No es difícil concebir que si aprobamos el suicidio asistido, el siguiente paso será permitir que las vidas de quienes están discapacitados o dependen de otros para su bienestar   simplemente porque no son productivos a manera de que quiere nuestra sociedad. No podemos descontar a ninguno de esos hijos de Dios. Sus vidas tienen dignidad y significado ante Sus ojos y ante los nuestros.
Muy a menudo nuestra sociedad nos enseña que el sufrimiento es malo, que lo debemos de hacer todo lo posible para evitarlo. Existe una pastilla para cada dolor y cuando esta no existe, algunos tristemente, se vuelven hacia el suicidio asistido. Aun así Jesús nos enseña que la cruz nos lleva a la resurrección. 
El dolor es parte de la vida. Adecuadamente entendido sirve como catálisis de crecimiento y camino hacia la vida eterna. 
Esto es lo que el Padre Ron Rolheiseer llama “muerte pascual”.; así la muerte nos lleva a una vida nueva en Cristo quien resucito de entre los muertos. La muerte nos llegará y la veremos a través de los ojos de la fe, será como un nacimiento, para nosotros lo es. 
No debemos apresurar este camino. Ocurrirá tarde o temprano en el tiempo de Dios.

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